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 ¿Quién soy yo, Dios justo y pio;
Para tal merecimiento?
¿Cómo probarte, Dios mio,
Mi amor, mi agradecimiento?
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 Por eso cuando la mano
De un pobre toque á mi puerta,
La encontrará siempre abierta
Como amigo y como hermano.

 Nosotros lamentamos hoy con gran sentimiento el silencio en que permanece su lira: no es causa de él el abandono, sino la pérdida de un ser querido.

 Hace apénas un año que la muerte arrebató á su cariño la existencia de una angelical hermana llamada Manuela, á quien era muy unida, y desde entonces no ha vuelto su yoz á cantar sino á gemir doliente y conmovida porque dice que Manuela era


Ave que plegaba el ala
De su existencia en la orilla,
¡Y luz inmortal del cielo
Que iluminaba su vida!


 Alentamos la halagüeña esperanza de que vuelva á brillar serena su frente sin que la sombría tempestad del dolor la empañe jamás.

 Maria de Santa Cruz nunca ha querido coleccionar sus versos; pero varios amigos que la estiman tanto cuanto vale, en distintas obras han colocado algunas composiciones suyas. Entre ellos se cuenta el Sr. Azcárate que hizo de las que fueron leídas en sus salones un grueso volumen, figurando en las primeras de sus pajinas las de esta poetisa, con cuya amistad nos honramos y de cuyo talento nos enorgullecemos al llamarla hermana.