cie de Saturno, y á 912 miriámetros desde el borde esterior del anillo: distancia bien pequeña, de la cual se comprende que pueda un viajero darse exacta idea, si se recuerda la asercion del atrevido navegante Beechey, que dice haber recorrido 18,200 millas geográficas (13,500 miriámetros) en tres años. Por último, si en lugar de comparar entre sí las distancias absolutas, continuamos evaluándolas en radios de cada planeta central, hallaremos que la distancia del cuarto satélite de Júpiter al centro de este planeta (distancia que escede en realidad 4,800 miriámetros de la que hay de la Luna á la Tierra) se reduce á seis semidiámetros de Júpiter, en tanto que la Luna dista de nosotros 60 13 radios terrestres.
Por lo demás, las relaciones mútuas de los satélites entre sí y con sus planetas centrales, prueban que estos mundos secundarios están sometidos á las leyes de la gravitacion que rigen los movimientos dé los planetas alrededor del Sol. Del mismo modo que estos, los doce satélites de Saturno, de Júpiter y de la Tierra se mueven de Occidente á Oriente, en elipses que se diferencian poco del círculo. La Luna, y el primer satélite de Saturno, cuya escentricidad es de 0,068, son los únicos de órbita mas eliptica que la de Júpiter. La órbita del sesto satélite de Saturno, que ha sido calculada con bastante exactitud por Bessel, ofrece una escentricidad de 0,029, superior por consiguiente á la de la Tierra. En los confines del mundo planetario, en aquellas regiones apartadas de nosotros 19 radios de la órbita terrestre, en donde la fuerza central del Sol se halla notablemente debilitada, el sistema de los satélites de Urano presenta anomalías verdaderamente raras. Mientras que los demás satélites recorren, como los planetas, órbitas poco inclinadas sobre el plano de la eclíptica y se mueven de Occidente á Oriente, sin esceptuar el anillo de Saturno que podria asimilarse á una agregacion de satélites confundidos en-