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total de la Luna escapan á nuestras miradas y quedaran ocultos para nosotros eternamente, salva la intervencion poco probable de nuevas fuerzas perturbadoras. La contemplacion de estas grandiosas leyes del mundo material convida al espíritu á buscar alguna analogía en el mundo de la inteligencia, y se piensa entonces en esas regiones inaccesibles donde la naturaleza ha sepultado el misterio de sus creaciones, cuyo destino parece ser el de quedar ignoradas para siempre, bien que de siglo en siglo la naturaleza nos las haya enseñado en partes muy pequeñas, de que el hombre ha podido recoger una verdad mas, á veces una ilusion.

Hasta aquí hemos considerado como productos de una velocidad originaria, y como unidos entre sí por el lazo poderoso de una atraccion recíproca, primeramente á los planetas, despues á los satélites y á los anillos concéntricos en forma de arco no interrumpido, de que nos ofrece ejemplo uno de los planetas mas lejanos. Réstanos aun señalar otros cuerpos que se mueven tambien alrededor del Sol, cuya luz reflejan, y sea en primer lugar del innumerable enjambre de los cometas. Cuando inquirimos segun las reglas del cálculo de las probabilidades la distribucion uniforme de las órbitas de estos astros, los límites de sus mas cortas distancias al Sol y la posibilidad de que escapen á las miradas de los habitantes de la tierra, llegamos á asignarles un número cuya enormidad admira. Ya Keplero decia, con aquella vivacidad de espresion que poseia en tan alto grado. «Mas cometas hay en el cielo que peces en el Océano.» Y sin embargo, el número de las órbitas calculadas hasta hoy apenas llega á 150, si bien es cierto que se evalúa en seis ó setecientos el número de cometas cuya aparicion y curso á través de las constelaciones conocidas se hallan comprobados en documentos mas ó menos auténticos. Mientras que los pueblos clásicos del Occidente, los Griegos y los Romanos, se limitaban á indicar de cuando en cuando el lugar del cielo en