go en los bordes del Oural, y hasta en la isla de Francia en el hemisferio austral. Sin embargo, la idea de que ciertos dias del año están predestinados á estos grandes fenómenos no tomó vida hasta 1833, con ocasion del enorme haz de estrellas errantes que cayó como copos de nieve, y que Olmsted y Palmer observaron en América la noche del 12 al 13 de noviembre: durante nueve horas de observacion contaron más de 240.000. Palmer se remontó á la aparicion de los metéoros en 1799 descrita por Ellicot y por mí (72), de la cual resultaba en virtud de la comparacion que habia vo hecho de todas las observaciones de aquel tiempo, que la aparicion habia sido simultánea para los lugares situados en el Nuevo Continente, desde el Ecuador hasta New-Herrnhut en la Groenlandia (lat. 64° 14') entre 46 y 82° de longitud; reconociéndose con sorpresa la identidad de las dos épocas. Este flujo de metéoros que surcaron todo el firmamento en la noche del 12 al 13 de noviembre de 1833, y fué visible desde la Jamaica hasta Boston (lat. 40° 21'), se reprodujo en la noche del 13 al 14 de noviembre de 1834 en los Estados-Unidos de América, aunque con intensidad menor. Desde esta época la periodicidad del fenómeno se confirma en Europa de la manera mas exacta.
La aparicion de San Lorenzo (del 9 al 14 de agosto), segunda lluvia de estrellas errantes, se verifica con igual regularidad que la primera. Ya hácia mediados del último siglo, Musschenbroek habia notado la frecuencia de los metéoros que aparecen en el mes de agosto (73); pero Quételet, Olbers y Benzenberg han sido los primeros que probaron la periodicidad de estas apariciones, fijando su época en el dia de San Lorenzo. Indudablemente nos reserva el porvenir el descubrimiento de otras épocas análogas, destinadas igualmente á la reproduccion periódica de estos fenómenos (74); tales sean quizás la del 22 al 25 de abril, la del 6 al 12 de diciembre, y como consecuencia de las in-