de la civilizacion en las costas, mas felices en otro tiempo, del Mediterráneo (59).
Cuanto mas se admira la imaginacion al representarse la altura y la masa de las cadenas de montañas, mas se sorprende el espíritu al reconocer en ellas los testigos de las revoluciones del globo, los límites de los climas, el punto de division de las aguas, y la base de una vegetacion particular; y es mas necesario enseñar por medio de la exacta evaluacion numérica de su volúmen, cuan pequeño es este en realidad, comparado con el de los continentes, ó con la estension de las regiones vecinas. Supongamos, por ejemplo, que la masa entera de los Pirineos, cuya base y altura media está medida con gran exactitud, se haya de distribuir uniformemente por la superficie de la Francia; hecho, pues, el cálculo, nos encontramos con que el suelo apenas llegaria á los 3 metros de elevacion. Si del mismo modo diseminásemos por la superficie de Europa los materiales que forman la cadena de los Alpes, el aumento de su altura sería á lo mas de 6 metros y medio. Merced á un trabajo largo y penoso, que de suyo no podia conducir sino á un límite superior, es decir, á un número quizás escesivamente bajo, pero nunca á un número alto en demasía, he hallado que el centro de gravedad de la tierra firme está situado respecto de Europa y la América del Norte á 205 y á 228 metros sobre el nivel actual de los mares, y á 355 y á 351 metros respecto del Asia y la América del Sud (60). Las regiones septentrionales son por lo tanto relativamente bajas, si bien en Asia la poca altura de las estepas de la Siberia está compensada por el enorme ensanchamiento del suelo comprendido entre los paralelos de 28° y ½, y de 40° entre el Himalaya, el Kouen-Lun del Thibet septentrional y las Montañas celestes. Es posible, hasta cierto punto, leer en los números hallados por mí en qué lugares de la superficie del globo han obrado con mas energía las