^(92) Pag. 125.—Dominico Cassini (Mém. de l'Acad., t. VIII, 1730 p. 188), y Mairan (Aurore boréale, p. 16), creyeron encontrar la luz zodiacal en el fenómeno que se observó en Persia en 1668. Delambre (Hist. de l'Astron. moderne, t. II, p. 742) atribuye el descubrimiento de esta luz al célebre viajero Chardin; pero el mismo Chardin presenta este nyazouk (nyzek, lanza pequeña) en el Couronnement de Soliman y en otros lugares del relato de su viaje (ed. de Langlés, t. IV, p. 326; t. X, p. 97), como «el grande y famoso cometa que apareció casi en toda la tierra en 1668, y cuya cabeza estaba oculta en el Occidente, de suerte que no podia vérsele en parte alguna desde el horizonte de Ispahan.» (Atlas du voyage de Chardin, tab. IV, con arreglo á las observaciones hechas en Schiraz). La cabeza de este cometa fué vista en el Brasil y en las Indias (Pingré, Cométographie, t. II, p. 22.). Sobre la identidad presumida del último gran cometa de 1843, con el que Cassini había tomado por la luz zodiacal, véase la Astron. Nachr. de Schumacher, 1843, n.° 476, 1480. En Persa, las palabras nîzehi, âteschîn (dardos o lanzas de fuego) se aplican tambien á los rayos del sol en su orto ú en su ocaso; del propio modo nayâzik está traducido en el Léxico árabe de Freytag, por stellæ candentes. Por lo demás, estas singulares denominaciones aplicadas á los cometas, comparándolos con lanzas y espadas, se encuentran en todos los idiomas, sobre todo, durante la edad media. Hay mas, el gran cometa observado en 1500, desde el mes de abril hasta el mes de junio, fue designado siempre por los escritores italianos de aquella época con el nombre de il signor Astone (véase mi Exámen critique de l'histoire de la Géographie, t. V, p. 80). Háse afirmado muchas veces que Descartes (Cassini, p. 230, Mairan, p. 16) y aun Keplero (Delambre, t. I, p. 601) habian conocido la luz zodiacal; pero esta opinion me parece inadmisible. Descartes (Principes, III, art. 136, 137) esplica de un modo bastante oscuro la formacion de las colas de los cometas: «Por rayos oblicuos que al caer sobre diferentes partes de las órbitas planetarias, llegan á nuestra vista desde las partes laterales, por una refraccion estraordinaria»; dice tambien que los cometas que se ven en el crepúsculo de la noche ó en el de la mañana, pueden aparecernos «como una ancha vigueta» cuando el sol se halla entre el cometa y la tierra. Estos pasajes en nada se refieren á la luz zodiacal, así como tampoco aquel en que habla Keplero de una atmósfera solar (limbus circa solem, coma lucida); esta, dice, impide que la oscuridad sea completa durante los eclipses totales de sol. Nada es menos exacto que el pensar con Cassini (p. 231, art. XXXI), y con Mairan (p. 15), que las palabras «trabes quas δοϰοὺς vocant» (Plinio, l. II, c. 26 y 27) se refieren á la luz zodiacal que se levanta en el horizonte en forma de lengua. Entre los antiguos, la palabra trabes se aplica siempre á los bólídes (ardores et fases) y á otros meteoros ígneos, ó bien á los cometas de largas cabelleras. (So-
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