bajo la influencia del razonamiento científico, se añade por lo comun el de que no sea dable á todas las inteligencias el conocer el conjunto de la física del mundo. Cierto que en medio de esta fluctuacion universal de fuerzas y de vida, en esta red intrincada de organismos que se desarrollan y destruyen sucesivamente, cada paso que se dá hácia el conocimiento mas íntimo de la naturaleza, conduce á la entrada de nuevos laberintos; pero esta intuicion vaga de tantos misterios por descubrir, estimulando en nosotros el ejercicio del pensamiento, nos causa, en todos los grados del saber, un asombro mezclado de alegría. El descubrimiento de cada ley de la naturaleza lleva á otra ley mas general, ó hace presentir su existencia, al observador inteligente. La naturaleza, como la ha definido un célebre fisiólogo (11) y como la palabra misma indica entre los Griegos y los Romanos, es «lo que crece y se desarrolla perpétuamente, lo que solo vive por un cambio contínuo de forma y de movimiento interior.»
La série de los tipos orgánicos se estiende ó se completa para nosotros á medida que, por medio de viajes de tierra ó mar, penetramos en regiones desconocidas y comparamos los organismos vivientes con aquellos que han desaparecido con las grandes revoluciones de nuestro planeta; á medida que los microscopios se perfeccionan y aprendemos á servirnos de ellos con mas discernimiento. En el seno de esta inmensa variedad de producciones animales y vegetales, en el juego de sus trasformaciones periódicas, se renueva sin cesar el misterio primordial de todo desarrollo orgánico, aquel problema de la metamórfosis que Gœthe ha tratado con una sagacidad superior, y que nace de la necesidad que esperimentamos de reducir las formas vitales á un pequeño número de fundamentales tipos. En medio de las riquezas de la naturaleza y de esta acumulacion creciente de las observaciones, se penetra el hombre de la conviccion íntima