nómenos volcánicos, que añade terminantemente; «Tal es el Pyriphlegeton de que se escapan algunas porciones hácia arriba y forman torrentes de fuego (οἱ ῤύαϰες) que aparecen en algunos lugares de la tierra, (ὅπη ἂν τυχοσι τῆς γῆς).» Estas escorias volcánicas y las corrientes de lavas eran tenidas, por consiguiente, como porciones del Pyriphlegethon mismo, ó de la masa en fusion que se creia movida incesantemente en las entrañas de la tierra. Que la espresion οἱ ῤύαϰες significa: corrientes de lava, y no montañas ignivomas, como quieren Schneider Passow y Schleiermacher, resulta claramente de una multitud de pasajes reunidos por Ukert en su Geogr. der Griechen und Römer, 2.ª parte, t. I, p. 200. Ρύαξ, indica el fenómeno volcánico por su lado mas notable, la corriente de lava; de ahí viene la espresion los ρύαϰες del Etna. Cf. Aristót., Mirab. Ausc., t. II, p. 833, sect. XXXVII, ed. Bekker; Tucidides, l. III, c. 116, Teofrasto, de Lapid., 22, p. 427, ed. Schneider; Diodoro, l. V, c. 6, y l. XIV, c. 59, en el cual se leen estas notables palabras: «Muchas ciudades situadas cerca del mar, y no lejos del Etna, han sido sepultadas υπὸ τοῦϰαλςνμένου ρυαϰος» Strabon, l. VI, p. 269, l. XIII, p. 628, y sobre los célebres fangos ardientes de las llanuras de Lélanto, en Eubea, t. 1, p. 58, ed. Casaub; finalmente, Apiano de Bellis civilibus, l. V, c. 114. La censura vertida por Aristóteles (Meteor., l. II, c. 2, 19) de las fantasías geognósticas del Phœdon no recae, propiamente hablando, sino sobre el orígen de los ríos que corren por la superficie de la tierra. Ha debido ya notarse en el pasaje de Platon, citado mas arriba, su asercion singular, aunque exactísima, de que en Sicilia las erupciones de fango preceden á las corrientes ígneas. ¿Es necesario para esplicar este pasaje admitir que se tomen en él por fango espelido antes de la erupcion rapillis y cenizas lanzadas por el cráter durante una tempestad vulcano-eléctrica, y apagadas por la nieve derretida? ¿O bien, esas corrientes de fango húmedo (ὑγροῦ πηλοὺ ποταμοι ), no eran, para Platon, sino mera reminiscencia de las salsas de Agrigento (volcanes de fango) que vomitan el fango con estrépito, y de las cuales ya hemos hablado? (Nota 10, p. 203). Es de sentir, en vista de esta incertidumbre, que un escrito de Teofrasto «sobre la corriente volcánica en Sicilia» (περι του ρυαϰος εν Σικελια), haya corrido la suerte de otros muchos del mismo autor que no han llegado hasta nosotros. Este libro está citado por Diógenes Laërcio, l. V, § 39.
^(26) Pág. 218).—Leopoldo de Buch, Canarische Inseln, p. 326-407. Dudo que los volcanes centrales formen en general, como cree el ingenioso C. Darwin (Geolog. Observat. on the Volcanic Islands, 1844, p. 127), cadenas volcánicas de corta estension y dispuestas sobre fallas paralelas. Ya Federico Hoffman, estudiando el grupo de las islas de Lipari, en donde reconoció las señales de dos hendiduras de erupcion que se cruzan en Pa-