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originarios del Paraiso (29). Los paraisos terrenales- del Asia (mapadsvo:) fueron Célebres de antiguo en las regiones del Occidente (30). Y aun puede decirse con verdad que el culto de los árboles se remonta entre los habitantes del Iran hasta los preceptos de Hom, invocado en el Zen¿Avesta como el profeta de la ley antigua. Sábese por Herodoto el placer que esperimentó Jerjes 4 la vista del gran plátano que encontró en Lidia, hasta el punto de hacerlo adornar de collares y brazaletes de oro, confiando su guar-dia £ uno de sus diez mil inmortales (31). La veneracion de los pueblos primitivos á los árboles guardaba relacion con el culto de los manantiales sagrados, porque bajo su sombra se buscaba el descanso y la frescura.

A este culto originario de la Naturaleza se refiere el renombre de la colosal palmera de Délos, y el de un antiguo plátano de la Arcadia. Los budistas reverencian en Ce ylan la higuera colosal de Anurahdepura, que creen que es un retoño del tronco primitivo bajo el cual Buddha se sumergia en el aniquilamiento que era el último grado de la beatitud (nirwána) (32), durante su permanencia en Magudha. De igual manera que árboles aislados llegaban 4 ser por la belleza de su forma el objeto de un sentimiento religioso, honrábase á los grupos de árboles como si fueran los bosquecillos de las divinidades. Pausanias elogia el bosque sagrado que rodeaba el templo de Apolo de Grynium en Eolide (33). El bosque de Colonia ha sido celebrado en un admirable coro de Sofocles.

Los antiguos pueblos no solo revelan su amor 4 la Naturaleza, por el religioso respeto que consagraban á algunos objetos particulares del reino vegetal, y por el culdado severo que ponian en su cultivo: este sentimiento. se manifestaba con mas fuerza y verdad aun, entre los pueblos del Asia oriental, por la disposicion general de los jardines. A la estremidad del antiguo Continente, los jardines