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nombre de Hamasa (15), y, por último, en el Vubegha Dhobyan: (16), la riada del Eufrates arrastrando islotes de cañas y árboles descuajados. El libro octavo del Hamasa, intitulado Viaje y somnolencia, debia naturalmente escitar mi curiosidad de viajero. Bien pronto reconocí que la somnolencia no se prolonga mas allá del primer fragmento, siendo tanto mas escusable, cuanto que el autor la esplica por un viaje hecho sobre un camello v durante la noche (77).

Hasta aquí he procurado esponer, en parte al menos, de qué manera el mundo esterior, es decir el aspecto de la Naturaleza animada é inanimada, ha podido obrar diversamente sobre el pensamiento y la imaginacion, en diferentes épocas, y entre razas distintas. He estractado de la historia literaria ejemplos en que el sentimiento de la Naturaleza se manifiesta del modo mas perceptible. No era pertinente aquí, como tampoco en el resto de mi obra sobre el Cosmos, hacer una completa esposicion, sino presentar únicamente consideraciones generales escogiendo aquellos rasgos mas propios para pintar el carácter particular de los pueblos y de los siglos. He seguido á los (triegos y los Romanos hasta el momento mismo en que se agotan los sentimientos que han dado eterno lustre á las obras de que se compone la antigúedad clásica entre las naciones occidentales. He buscado en los escritos de los Padres de la Iglesia eristiana la espresion conmovedera de aquel amor á la Naturaleza que engendró la vida contemplativa de los anacoretas en la calma de la soledad. Al considerar á los pueblos indo-germánicos (doy aquí á esta denominacion su sentido menos general) me he remontado de las poesías alemanas de la edad mediaálas de los antiguos habitantes del Aria Oriental, losludios, yde los menos favorecidos del Aria Occidental que poblaban antes el Iran. Despues de echar una ojeada á los cantos célticos ó gmélicos y 4 una epopeya