dirse con la poesía de la Naturaleza, á poco que se tomen estas palabras en un sentido elevado. Estrañas á toda inspiracion, lo han de ser por consiguiente á toda poesía: son frias y secas como todo lo que brilla con un resplandor prestado. Censúrese, pues, si se quiere, esta poesía descriptiva que tiende á aislarse y á formar un géneroá parte, pero no se confunda con ella el sério esfuerzo que han intentado en nuestros dias los ohservadores de la Naturaleza para hacer comprensibles por medio del lenguaje, es decir, por la fuerza inherente á la palabra pintoresca, los resultados de su fecunda contemplacion. ¿Por qué despreciar un medio que pone á nuestra vista la imágen animada de las remotas regiones esploradas por otros, y nos hace esperimentar una parte del goce que causa á los viajeros la contemplacion inmediata de la Naturaleza? Hay gran sentido en la espresion figurada de los Arabes: «La mejor descripcion es la que convierte en ojos los oidos (5).» Una de las debilidades de nuestra época es que viajeros é historiadores de la Naturaleza, mu y recomendables por otra parte, se hayan dejado llevar al mismo tiempo en distintos paises del malhadado gusto hácia una prosa poética sin consistencia y á vanas declamaciones. Estos estravios son mas dolorosos aun cuando el narrador, falto de cultura literaria, y sobre todo desprovisto de verdadera emocion, tiene que reducirse al énfasis oratorio y á un vago sentimentalismo.
Repito aquí de intento, que pueden darse álas descripciones de la Naturaleza contornos fijos y todo el rigor de la ciencia, sin despojarlas del soplo vivificador de la imaglnacion. Adivine el observador el lazo que une el mundo 1ntelectual al mundo sensible, abarque la vida universal de la Naturaleza y su vasta unidad mas allá de los objetos que mútuamente se limitan, que esta es la fuentedela poesía. Cuanto mas elevadoes el asunto tanto mas cuidado debe