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RAMÓN DE MESONERO ROMANOS.

Si en el oscuro suelo
No había para ti digna morada,
¿Por qué dejaste el cielo?
¿Por qué nos fué acordada
Tu luz, para después sernos robada?

Aguarda, tente, espera;
No abandones el cuerpo vuelto hielo;
No dejes ¡ay! la esfera;
No remontes el vuelo;
No te disfrute aún el alto cielo.

¡Cruel! ¿No das oídos
Al deseo del alma que te adora?
¿No escuchas los gemidos
Del que tu ausencia llora,
Del que espera tu voz encantadora?

¿Dó estás, bella sirena,
Que el corazón llenabas de alegría?
¿Dó tu canto resuena,
Aquel que sonó un día
En lo más interior del alma mía?

¿Qué los amantes ojos,
Las gracias de tu boca, qué se hicieron?
En míseros despojos
De muerte se volvieron,
Aquellos que otra vez tanto lucieron.