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Alte.-nativa Feminista

ro eres tfi quien involuntariamente te comp-aras. Si piensas que las mujeres son inferiores a los hombres te senipras real- mente muy ma} cuando una mujer q_uede e_n algo por encima de ti. Claro, s1 una burra me puede, entonces yo soy menos que burro. Pero, gquién te ha dicho a t1 que las tfas sean burras? No tener pre- juicios, Andreu, es bueno para el hfgado. Para poder seguir creyéndonos superiores los hombres apartamos a las mujeres de

un monton de sitios. En los tiempos que‘

corren, te vas a encontrar mujeres en to- das oarbes. T11 eres un .chjco inteligente que ‘no serzi capaz de negar la evidencia, te daras cuenta de que hay tantas muje- res mas listas que til como hombre. Tu vanidad masculina va a sufrir mucho. Huye de la vanidad como de la peste, Ia heroina 0 las canciones de Julio Ig1e- sias. La vanidad es la més espantosa fuente de debilidad que existe. Y no me refiero 21 esa debilidad que todos tene- mos y que los hombres harfamos mejor en reconocer de tanto en tanto, sino a la

vulnerabilidad idiota. El vanidoso tiene los pies de barro y las orejas de mante- quilla. Y 105 hombres, querido Andreu, somos hechos vanidosos por esto del patriarcado, pues, a fin de cuentas, lo que la educacién masculina hace de no- sotros, a menos que recuperemos la cor- dura, es unos locos pagadfsimos de ser varones (lo que, por cierto, te recuerdo, no es mérito del sujeto sino azar de cro- mosomas).

Habrés oido decir que las mujeres son vanidosas. No todas y, en cualquier case, no del todo. La mujer vanidosa tradicio- nal lo estaba, si acaso, de su belleza. F-1'3. 'una vanic_lad muy especializada. Qulzas esa mujer serfa vulnerable a la ponderacnon en prosa 0 en verso de sus cncantos, poro solo a eso. En cambio,

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nano, los t1'os tendemos a ser vanidosos respecto a cualquier cosa. Como nos creemos importantes, ya que formamos parte de la mitad importante de la hu- manidad; se nos puede llevar al huerto

diciéndonos que somos importantes en; cualquier cosa. E1 varén normalito esté; expuesto a creerse cualquier e_1ogio que -

se haga de su inteligencia, sus_ conoci- mientos de contabilidad, su fuerza, su

capacidad de beber cazalla o tragarf

huevos duros y hasta de su desorden,

fealdad o falta de delicadeza si ello se le '

presenta como ejemplannente masculi- no.

El vanidoso, a diferencia del orgu]lo- so 0 del soberbio, carece de dignidad y de sentido crftico. Y sobre todo, necesita