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El ultimo encargo

Dos horas después el cadáver salía de la casa.

Detrás del fúnebre cortejo iba Manuel, pálido, sereno y tranquilo, y otro hombre, tembloroso, inquieto, agitado.

Manuel no se separó del féretro hasta que hubo, caído sobre él la última paletada de tierra; luego tomó un coche y se dirigió á su casa.

—Madre mía—dijo al entrar, abrazando á la anciana—, todo se ha terminado; esa infeliz ha muerto de pasión por el hombre que la había abandonado... por el suyo medía mi sufrimiento, y se sacrificó generosamente ocultando su dolor. ¡Qué mundo de grandeza y de miseria lieva envuelto su postrer encargo!