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—Que entre.

El personaje que va á ser conocido del lector, es uno de esos que, en cuanto á su egoísmo inglés, presenta con frecuencia la diplomacia británica en todas partes, pero que, respecto al olvido de su representación pública y de su dignidad de hombre, sólo se pueden encontrar en una sociedad cuyo gobierno sea parecido al de Rosas, y como esto último no es posible, se puede decir entonces que sólo se encontraban en Buenos Aires.

El caballero Juan Enrique Mandeville, plenipotenciario inglés cerca del Gobierno argentino, había conseguido de Rosas lo que éste mismo negó á su predecesor, Mr. Hamilton; es decir, la conclusión de un tratado sobre la abolición del tráfico de esclavos. Y de este triunfo sobre Mr. Hamilton, nacieron las primeras simpatías de mister Mandeville hacia la persona de Roses.

El no podía desconocer, sin embargo, que quien arrastraba al dictador á la celebración de aquel pacto, el 24 de mayo de 1839, era la necesidad de buscar en la amistad y protección del Gobierno de S. M. B. un apoyo que le era necesario desde el 28 de septiembre de 1838. Pero cualesquiera que fuesen las causas, era ese tratado un triunfo, para aquel plenipotenciario, recogido de las manos de Rosas.

Pero los hombres como Rosas, esas excepciones de la especie que no reconocen iguales en la ticrra, jamás quieren amigos, ni lo son de nadie ; para ellos la humanidad se divide en enemigos y siervos, sean éstos de la nación que sean, é invisten una alta posición cerca de ellos, ó se lex acerquen con la posición humilde de un simple ciudadano.