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Es probable, pero es preciso creer que ha de pasar; y entonces me verá usted rodeado por todas partes de enemigos, alentados, favorecidos y protegidos por la Francia.

En efecto, la situación es grave!—dijo el señor Mandeville, soltando palabra por palabra, en una verdadera perplejidad de ánimo, no pudiendo explicarse el objeto que se proponía Rosas con descubrir él mismo los peligros que lo amenazaban, cosa que en la astucia del dictador no podía menos que tener alguna segunda intención muy importante.

Es muy grave—repitio Rosas, con un aplomo y una sangre fría que acabó de intrigar el espíritu del diplomático:—Y después que conoce usted los elementos de ese peligro—continuó Rosas, —querrá usted decirme ¿en qué fundará ante su Gobierno la esperanza de mi completo triunfo sobre los unitarios? porque no dude usted que yo habré de obtener ese completo triunfo.

Pero en qué más, Excelentisimo señor, que en el poder, el prestigio, en la popularidad de Vuestra Excelencia que le han dado su renombre y su gloria?

— Bah, bah, bah—evclamó Rosas riéndose naturalmente como hombre que compadece ó que desprecia á otro por su ignorancia.

Yo no sé, señor General—dijo Mandeville descompuesto al ver el inesperado resultado de su cortesana lisonja, ó más bien, de la expresión de sus creencias, en cuál de las palabras que acabo de tener el honor de pronunciar estú el origen desgraciado de la risa de Vuestra Excelencia!

—En todas, señor diplomático de Europa—respondió Rosas con ironia descubierta,