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y tenga usted la bondad de volver á verme manana.

LM

—Sin falta, sin falta!

—No siendo á las seis de la mañana, bien entendido.

—No, vendré á las siete.

—Tampoco. Venga usted å las diez de la maĎana.

—Bien; vendré á las diez, seré exacto y puntual á la cita.

—Una palabra: guarde usted el más profundo silencio sobre el asunto del general Lamadrid.

—He determinado no dormir esta noche para no hablar de él soñando. Te lo juro á fe de honrado y pacífico ciudadano.

Nada de juramentos, señor, y hasta mañanadijo Daniel sonriendo, dando la mano y acompa.

ñando á su maestro hasta la puerta del gabinete.

—Hasta mañana, mi Daniel querido y estimado, el más bueno y generoso de mis antiguos discípulos. Hasta mañana.

Y don Cándido Rodríguez salió de la casa de Daniel, con su caña de la India bajo el brazo, sin tomar las precauciones que á su entrada en ella, por cuanto pocas horas faltaban para que fuese empleado cerca de un gran señor de la federación de 1840.

—Son las doce, Fermín. Pronto, un frac ó una levita, cualquier cosa—dijo Daniel á su criado, que entró en el gabinete en el momento de salir don Cándido.

—Han venido de casa del Coronel Salomón—le dijo Fermín.

Han traído una carta?

No, señor. El Coronel Salomón mandó decir