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Entonces, señorita, me tomaré la libertad de decir á usted, que, si en todo esto no hay una burla, que ya se prolonga demasiado, hay una injusticia que está ofendiendo é usted en concepto míoreplicó Daniel con seriedad.

—Lo siento, pero me conformo.

Daniel se desesperaba.

Otro momento de silencio volvió á reinar.

—Florencia, si anoche me retiré á las nueve, fué porque un asunto importante reclamaba mi presencia lejos de aquí.

—Señor, es usted muy libre para entrar en mi casa y retirarse de ella á la hora que mejor le plazca.

—Gracias, señorita—dijo Daniel, mordiéndose los labios.

—Gracias, caballero.

—¿De qué, señorita?

—De vuestra conducta.

— De mi conducta !

Se ha levantado usted sordo hoy, caballero?

Repite usted mis palabras como si las estuviera aprendiendo de memoria—dijo Florencia, riéndose y envolviendo á Deniel con una mirada la más desdeñosa del mundo.

—Hay ciertas palabras que yo necesito repetirlas para entenderlas.

—Es un trabajo inútil esa repetición, —¿Puedo saber por qué, señorita?

—Porque tiene obligación de oir lo que se le dice, y comprender las cosas, aquel que tiene dos of dos, dos ojos y dos... jalmas!

Florencia !—exclamó Daniel, con voz irritada aquí hay una injusticia horrible, y yo exijo wan explicación ahora mismo.