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cuida de sus pájaros, si... ¡qué sé yo cuántas cosas !

WY

¿Y de todo eso hablaron ustedes hoy?

—De todo eso.

Y de la salud de él no hablaste nada, tontuela?

—Pues Tonta sería si le hubiese preguntado sobre lo mismo que estaba viendo con mis ojos.

—¿Viendo?

— Sólo que estuviese ciega! Me parece que hoy cojea más que ayer que fué el primer día que salió al patio; y á veces al asentar la pierna izquierda, se conoce que sufre horiblemente.

—¡Oh, Dios mío! si no debe caminar todavía l ¡es terco!... ¡es terco—execlamó Amalia como hablando consigo misma y dando un golpe con su preciosa mano sobre el brazo aterciopelado del sillón. Y quiere salir—continuó Amalia después de un momento de silencio.— Este Daniel quiere perderlo, y quiere enloquecerme, está visto! Acabe, Luiss, acaba de vestirine y después...

—Y después tonierá usted su vaso de leche azucarada, porque está usted muy pálida. ¡Ya se ve, esté usted on ayunes, y ya es tan tarde!

— Púiida! ¿Te parezco muy mal, Luisa?—preguntó Amalia delante de su espejo, mirándose de pies á cabeza mientras sujetaba con una cinta azul el cuello de encajes con que pretendía velar el delicado alabastro de su garganta.

Mal? no, señora, hoy está usted tan bella como siempre. Está usted un poco pálida y nada más.

—De veras?

—Cierto que sí, señora; y esta noche...

— Ab, no me hables de esta noche !