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más bella de su tiempo ;» es necesario que escriba la crónica contemporánea, para que algún día lo repita la historia de nuestro país, fiada en la verdad de escritores independientes é imparciales, y de bastante altura de espíritu para descender animosidades pequeñas por filiaciones de partido ó de creencias políticas. Y hemos nombrado la historia, porque ésta no podrá prescindir de ocuparse de toda la familia de don Juan Manuel Rosas, cuyos miembros han figurado, más o menos, en los diversos cuadros y episodios del gran drama de su Gobierno. Y la misma Agustina, si bien en la época de los acontecimientos que narramos, vivía completamente ajena a la política, embebida en su vida misma, rodeada de admiradores y de lujo, pasó á ser, nás tarde, cuando el Gobierno de su hermano se dió una exterioridad diplomática y regia, uno de los personajes más espectables de la época, y cuyo nombre, como el de Manuela, ocupó los libros, los diarios, y la conversación de cuantos trataron de los asuntos del Plata, grandes ó pequeños, amigos ó enemigos.

1 En la época que describincs, la hermana menor de Rosas, esposa del general den Lucio Mansilla, no tenía la mínima importancia política, ni se ocupaba un instante de unitarios ni de federales. Y en esa época, también su espíritu, ó pcr falta de ocasión, ó por un tardío desenvolvimiento, no había manifestado toda la actividad y extensión con que más tarde se hizo remarcable en la nueva faz del Gobierno de su hermano, que comenzó con Palermo y con las complicaciones exteriores.

La importancia de esa joven, en 1840, no se lo daba su hermano, ni su marido, ni nadie en la tierra; se la había dado Dios.