Página:Amalia - Tomo I (1909).pdf/99

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 95 —

MUSA

L los costados de aquélla, dando la espalda á la puerta por donde había salido Corvalán; Viguá frente á Rosas, en la cabecera opuesta; y la criada, poniendo otra botella de vino sobre la inesa, á una señal que le hizo Rosas, se retiró para las habitaciones interiores.

La rodaja de las espuclas de Cuitiño se sintió bien pronto sobre el suelo desnudo del gabinete y de la alcoba de Rosas; y este célebre personaje de la federación, apareció luego en la puerta del comedor, llevando en la mano su sombrero de paisano con una cinta roja de dos pulgadas de ancho, luto oficial que hacía vestir el gobernador por su fineda esposa; y cubierto con un poncho de paño azul, que no permitía descubrir su vestido sino de la rodilla al pie. Su cabello desgreñado, caía sobre su tostado semblante, haciendo más horrible aquella cara redonda y carnuda, donde se velan dibujadas todas las líneas con que la mano de Dios estampa las propensiones criminales sobre las facciones humanas.

—Entre, amigo—le dice Rosas, examinándolo con una mirada fugitiva como un relámpago.

—Muy buenas noches. Con permiso de Vuccelencia.

—Entre. Manuela, pónle una silla al comandante. Retírese, Corvalán.

Y Manuela puso una silla en el ángulo de la mosa, quedando así Cuitiño entre Rosas y su hija.

—¿Quiere tomar alguna cosa?

—Muchas gracias, Excelencia.

—Manuela, sírvele un poco de vino.

A tiempo que Manuela extendía su brazo para tomar la hotella, Cuitiño sacó su mano derecha, doblando la falda del poncho sobre el hombro, y