Y ante el silencio de Sinforiano, que mira y calla, añade Carrascal rompiendo una nuez:
— ¿Que cómo lo demostraré? ¿Cómo? ¡Pues... con hechos!
— ¡Oh, los hechos! — suspira Sinforiano.
— ¡Los hechos...! — repercute Carrascal, y quedan ambos mirando á la patrona, que pasa con un flan para el Delegado, que come aparte, en su cuarto.
— ¿Están buenas las nueces? — les pregunta doña Tomasa.
— El hecho es que las más de ellas están huecas — contesta Carrascal.
— No puede ser, don Avito, porque son recientes y de veinticuatro perras celemín...
— No puede ser, señora doña Tomasa, ¡pero es! — responde con energía Carrascal.
Y así que ha despejado el campo doña Tomasa, yéndose envuelta en su prosaico vaho de cocina, Avito continúa:
— Con hechos, sí, amigo Sinforiano, ¡con hechos!
— ¡Oh, los hechos!
— Tiempo hace que maduro un vasto plan para llevar á la práctica mis teorías, aplicando mi pedagogía sociológica in tábida rasa...
— ¿Se va á hacer maestro?
— Algo más hondo.
— ¿Más hondo?