chapucería, una perfecta chapucería, como dice don Fulgencio...
— Pues yo creo que en esto lo más natural...
— ¿Y qué has de creer tú? ¿qué has de creer tú que al fin y al cabo eres naturaleza? Te digo que no hay como el biberón...
— Pues mientras yo tenga leche...
— Si no me opongo, pero... mira, la pedagogía misma, ¿qué es sino biberón psíquico, lactancia artificial de eso que llaman espíritu por llamarlo de algún modo?
«Has caído, sigues cayendo — le dice la voz interior — le dejas criar; así le transmitirá más de su sangre; el pecado del amor da sus frutos.»
— Y esas mantillas, esas mantillas... ya te he dicho que no le envuelvas así; las mujeres sois las sacerdotisas de la rutina.
— ¿Pues qué he de hacer?
— Mira este dibujo, vístele por él.
— Yo no sé hacerlo, hazlo tú.
— Hazlo tú... hazlo tú... Estos primeros cuidados los confía la pedagogía á la madre...
— ¿Y el darle de mamar no?
— ¡Lógica femenina! El darle de mamar no; el biberón mismo es cuidado de la madre.
— Pues mira, como yo no sé hacerlo de otro modo...
— Bueno, mujer, bueno... sigue...