y ambición de los pueblos de Europa, que se los quisieron repartir, y ya lo hubieran hecho, si no fueran tantos los interesados.
Tenemos el ejemplo reciente de Italia y Alemania, que para asegurar su independencia, tuvieron que apresurarse á constituir su unidad que las ha hecho fuertes y respetables.
Si esto le ocurre á los pueblos que están enclavados en el corazón de Europa, y que por esta razón tienen todos los elementos inmediatos y necesarios para la vida ¿qué vendría á sucederle á este grano de arena, lanzado por Dios en medio de las hondas del mar Caribe?
Ahora, como antes, la vida de nuestro pueblo se recibe del exterior, y si bien es verdad que es á cambio de nuestros imperfectos productos, no es menos cierto que cualquier perturbación atmosférica ó social, nos pone en crisis, y si esta se prolonga, llegamos enseguida á las puertas del hambre, y buena prueba de ello es la que acabamos de pasar, cuyos efectos estamos sintiendo todavía, por consecuencia de la guerra hispano-americana, que ha terminado con nuestra separación de la antigua metrópoli.
Suponiendo que en nuestro pais se abriera paso, sin obstáculo alguno el carro del progreso, como se lo obrirá indudablemente al amparo de la bandera americana, y que esta marcha fuera tan vertiginosa, como es de desear y lo será, al extremo de que en breve tiempo, la agricultura,