— Ya ves que no puedes engañarnos. Nos insultas al creernos tan ignorantes.
— Es cierto; nos insulta! murmuró el borracho que en su vida habia abierto un libro.
— Fué una broma y nada mas, dijo esforzándose por reir el derrotado bardo. Brindo por la mujer! esclamó tratando de hacer olvidar su fracaso, por medio de la algazara.
— Por la mujer! gritaron todos, alzando las copas, simultáneamente.
Los jóvenes estaban, en su gran mayoria, en ese estado que tan poco dista de la embriaguez y que se le parece tanto.
— Yo no brindo, dijo uno; no brindo porque la mujer es la fuente de todos los males!...
— Es cierto, murmuró el borracho haciendo pesadamente una señal afirmativa con la cabeza.
— No es verdad, contestó Armando. A la mujer se lo debemos todo. Y sinó recordemos á nuestras madres!...
— Tiene razon! dijo el borracho.
— No tengo razon, añadió él; queria solamente demostrar á Alberto que no sabe lo que dice. Sin