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ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FEMENINA ARGENTINA
Nuestro “yacht” perezoso,
blanco igual que una novia,
arrastra una nostalgia de horizontes acuáticos donde bailan su danza de colores
el rojo de los ceibos y el verde de los sauces...
El Estío ardoroso, pasajero de popa,
sacude su abanico de fuego, mientras quema
la pastilla estival que huele a esencia múltiple: a madreselva, a pasto, a fruta agria y soleada.
Ahora penetramos entre manchas inmóviles
de orillas que dormitan; allá en el amplio Delta naufragó el iris claro donde se hundió la luz
y entramos en la noche del agua...
Una dulzura
misteriosa que emanan las riberas dormidas nos vence como un sueño, mientras sobre cubierta suena una dulce música criolla...
Yo no sé si la escuchan los zorzales, pero a mí me estremece
con el escalofrío que recorre los sauces al removerse el agua...
¡Paisaje todo mío, música toda mía con fuerte gusto a patria!
Ahora, un terroncito de mi suelo argentino cobraría en mis labios la frescura sabrosa de un durazno amarillo!
Lira de agua con cuerdas de juncales elásticos. ¡Qué bien escucho ahora los arpegios que fueron un latido en los versos
que cantó para siempre Rafael Obligado!...