412 ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FEMENINA ARGENTINA
LOS HIJITOS SE DUERMEN...
Los hijitos se duermen en mi regazo y no temo a la vida ni a mi destino; tal me siento atraída por este lazo de amor, no ya terreno, sino divino.
Dejo correr los días, en el deleite
de ser la madrecita de dos querubes; pongo mi vista en ellos cuando la suerte adversa a mis ensueños, queda en las nubes.
Un hijo en cada brazo y es mío el mundo, sin medir el instante con que iracundo ha de coartar la senda traición y mal.
Dormitan los infantes—albo tesoro—. Cantándoles voy versos, letras de oro de un poeta que fuese y es inmortal,
¿OYES, ALMA?...
En la calle, las almas se sienten menos solas;
las escolta el ruido, el trajín, el chirriar
de la vida que pasa, mecanizada y hueca,
y en la que el Hombre es sólo una máquina más.
Pieza ninguna debe salir de su engranaje; hay que plegarse entonces al vaivén general. ¿Sabe acaso la rueda si su vía termina?
¿El semáforo dice si el barco zarpará?
Estas almas así por la calle escoltadas
nada dicen, ni importa lo que puedan decir; es el ruido, el chirriar de la vida que pasa excitando los nervios, lo que incita a vivir.