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ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FEMENINA ARGENTINA
—<que no arredra la pena—
una dulzura extática de alma nazarena.
Sigo camino arriba...
La calleja tortuosa, displicente, callada, despierta sin rumores, en la inquietud que aviva el verdor de sus cercos, a mi paso.
El sol, que aquí se hunde en prematuro ocaso, apunta tras las sierras una ubicua mirada
y con su luz es dueño
del agreste y humilde palomar lugareño.
Me impregnan de silvestres perfumes los tomillos me tiran del vestido las briznas y abrojillos,
y la dehesa próxima con su gramínea viva,
el sol, los roquedales, la infinitud serrana,
el hontanar que acuna su canto cristalino, apartan el sosiego que vino en la mañana...
¡Y mi inquietud insomne, silvestre, primitiva, me lleva de la mano por distinto camino! ¡Bajo un deslumbramiento panteísta,
soy hermana y conquista
de la Naturaleza!
No, hoy no iré a la ermita.
Vagaré por las sierras y sobre mi cabeza el sol tejerá aureolas con caricias de luz. Iré fuerte y alegre, juvenil y viviente, oyendo la campana que se agita
en mi alma, bulliciosa creyente,
¡y llevando en los ojos la bondad de Jesús!