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MARÍA ALIAGA RUEDA
Otras puertas están abiertas cuando el amado va a pasar, y en cada una se detiene, pero a la mía nunca viene... ¡Mi pañuelo le ve pasar!
En tanto lluvia, sol y vientos, le comienzan a destrozar; sus rasgaduras son lamentos. ¡Le brizarán todos los vientos, pero no le podrán secar!
Y estará siempre a mi ventana —la ventana de la ilusión—, un pañuelo de blanco lino,
un pañuelo: ¡un corazón!
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