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La mayor parte eran hombres nerviosos, irritables, ignorantes, de imaginación estrecha, de horizontes muy limitados. Todos sus pensamientos giraban en torno de la tierra negra, del pan negro y de su vida gris. Con toda su astucia y con toda su mala fe no sabían hacer el más sencillo cálculo aritmético. Se negaban a trabajar por veinte rublos, por juzgar el precio demasiado exiguo, y consentían en trabajar por medio cántaro de "vodka", aunque con los veinte rublos podían comprarse cuatro cántaros.

Macha, Stepan y los demás tenían, naturalmente, razón: los campesinos vivían como cerdos, se emborrachaban, eran a menudo estúpidos, engañaban al prójimo..., y, sin embargo, yo advertía que en la vida campestre había una base sólida, real, una base de que carecía la vida ciudadana. Viendo al campesino trabajar la tierra olvidaba uno su estupidez, sus borracheras, y descubría en él una gravedad, una importancia que no existía en Macha ni en el doctor Blagovo; aquel campesino sucio, bestia y borracho aspiraba a la justicia, tenía la convicción profunda de que sin justicia la vida es imposible.

Solía hablarle a Macha de esto. Le decía que sólo veía las manchas del cristal y no veía el cristal.

Ella evitaba toda discusión conmigo, y por única respuesta se ponía a tararear quedamente. Como en venganza, hablaba siempre que tenía ocasión con el doctor, temblándole la voz de có-