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Yo salí.

No recuerdo como pasé esa noche y la siguiente. Después me dijeron que vagué todo el tiempo de una calle en otra, la cabeza descubierta, cantando, seguido de una gritadora turba de chiquillos.


XX


Sí yo hubiese tenido el deseo de mandarme hacer una sortija, le habría hecho grabar esta inscripción: "Nada pasa." Sí; estoy convencido que nada pasa sin dejar una huella tras nosotros, y que cada acto nuestro, incluso el más insignificante, ejerce determinada influencia en nuestra vida presente y futura.

Lo que yo he vivido no ha dejado de ejercer influencia sobre los demás. Mis desdichas y mis sufrimientos llegaron al corazón de los habitantes, y ahora no se mofan de mí, no se vierte agua sobre mí cuando paso ante las tiendas del mercado. Poco a poco se han habituado a la idea de que yo soy ahora un simple obrero, y no encuentran nada extraño en el hecho que yo, gentilhombre, lleve vasijas llenas de pinturas y coloque cristales en las ventanas. Al contrario, se me da con satisfacción trabajo: soy considerado en la ciudad como un buen obrero y el mejor contratista de trabajo, después de Nabó.

Este, ya restablecido de su enfermedad, seguía pintando los techos y las cúpulas de los campana-