pintar los hombres y las cosas. Es un lápiz delicado, finísimo. Sus personajes se graban en la memoria como seres de carne y hueso.
Su talento se reveló, sobre todo, en sus dramas, en los que se afirmó de un modo completamente original, en extremo suyo. El mejor teatro ruso, el «Teatro de Arte», de Moscú, se creó especialmente para sus obras. Sus dramas—como, por ejemplo, Las tres hermanas, Ivanov, El tío Vania, El cerezo—atraen siempre numeroso público en toda Rusia, y las empresas se enriquecen con ellos. Se asemejan algo a los de Ibsen. Como los dramas del gran autor escandinavo, carecen de acción; se buscará en vano en ellos aventuras, acontecimientos, efectismos; son, sobre todo, dramas interiores, choques psicológicos entre el ideal y la triste realidad lo que constituyen el fondo de las obras teatrales de Chejov, y esos choques están dibujados con tanto relieve, de una manera tan penetrante, y una melancolía tan profunda se desprende de sus escenas, que el espectador sale del teatro hondamente conmovido, Chejov es un maestro incontestable en la manera impresionista.
Chejov ha dejado, a pesar de su corta carrera literaria, una rica herencia espiritual. Para que el lector español pueda formarse una idea más completa de ella, le presentamos, junto a una serie de las novelitas del gran escritor, los novelas más importantes que caracterizan su talento en la fase más madura y seria. Y abrigamos la firme esperanza de que Chejov tendrá en España la acogida cordial que tanto se merece.