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ba junto a ellos sumergido en su somnolencia habitual.

—O bien—continuó—hay que habituarse al sufrimiento hasta perder toda sensibilidad; es decir, dejar de vivir. No, no: todo eso son necedades que yo no entiendo. Por lo demás, yo no sé razonar.

—Al contrario, razona usted muy bien.

—Los estoicos, a quienes usted quiere imitar, eran hombres notables, pero su filosofía ha muerto hace dos mil años, y no hay probabilidades de que renazca, porque no es práctica ni vital. Nunca pudo seducir sino a una minoría selecta, que no tenía mejor ocupación que el dedicarse a tales extravagancias; en cuanto a la mayoría, ni entendió nunca ni podía entender a los estoicos. La gran mayoría humana es inaccesible a la propaganda del desprecio y la indiferencia por la riqueza y la comodidad, por lo mismo que no las posee. Además, esta mayoría no puede desdeñar el sufrimiento, porque toda la vida humana está hecha de sufrimientos, de sensaciones de hambre, frío, rebeldía y miedo a la muerte. Sí, lo repito: la filosofía de los estoicos no está llamada a propagarse. Lo único que puede progresar y desarrollarse es la lucha contra las imperfecciones de la vida, la lucha por la propia existencia y la propia felicidad...

Gromov iba a decir algo más, pero perdió el hilo de sus ideas y se detuvo de pronto, dándose una palmada en la frente.

—Iba yo a decir algo importante, pero se me fué... ¡Ah, ya caigo! Un estoico se vendió una vez