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Página:Anton Chejov - Historia de mi vida - Los campesinos.djvu/239

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de mi persona, que, ha tenido usted la bondad de hacer, tengo que confesar que es espléndido. No puedo disimularle a usted que es un verdadero deleite para mí el hablar con usted. Hasta ahora, ya ve usted, le he escuchado con el mayor interés. Permítame ahora que, a mi vez, le conteste en pocas palabras...


XI


La conversación se prolongó por espacio de una hora. Produjo sobre el doctor una impresión profundísima.

A partir de aquel día, visitaba con mucha frecuencia la sala número 6. Iba por la mañana, por la tarde, por la noche. A veces se quedaba hablando con Gromov hasta horas muy avanzadas.

Al principio, Gromov estaba algo desconfiado, atribuyéndole malas intenciones, y sin tomarse el trabajo de ocultarle su mala voluntad. Después, poco a poco, se fué acostumbrado a él, y dejó de tratarlo con aspereza, adoptando un tono de condescendencia irónica.

Pronto corrió por el hospital el ruido de que el doctor Ragin visitaba asiduamente la sala número 6. Ni el enfermero, ni las Hermanas, ni Nikita, podían entender tal conducta, ni a qué iba a la sala, ni para qué se pasaba horas enteras allí, ni de qué hablaba tanto tiempo. La cosa era tanto más misteriosa cuanto que no examinaba a los enfermos ni les prescribía ningún tratamiento.