72
—Amigo mío—le dijo el director de Correos—, permítame una pregunta indiscreta: ¿Cómo anda usted de fondos?
El doctor contó su dinero, y respondió:
—Tengo 86 rublos.
—No, no le pregunto a usted eso— explicó Mijail Averianich—. No le pregunto a usted que cuánto lleva en el bolsillo, sino que cuánto posee usted en general...
—Ya le digo a usted que 86 rublos.
—;Cómo! ¿Pero es todo?
Mijail Averianich, aunque consideraba al doctor como hombre leal y honrado, le suponia un capital no menor de unos 20.000 rublos. Al averiguar que su amigo no tenía nada, ni siquiera para los gastos más indispensables de la vida, no pudo contener sus lágrimas y lo abrazó efusivamente.
El doctor Ragin se instaló en una casita de tres ventanas. Sólo tenia tres piezas, sin contar la cocina. Dos ocupaba el doctor, y la otra su cocinera Daria, la propietaria de la casita y sus tres hijas. A veces solía venir también a pasar allí la noche el amante de la propietaria, un mujik que siempre estaba borracho. Pedía que le dieran vodka; gritaba, amenazaba. Y el doctor, compadecido, se traía con-