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Página:Anton Chejov - Historia de mi vida - Los campesinos.djvu/292

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me boca, armada de dos filas de dientes. Los pilotos están encantados. Se mantienen un poco a distancia y contemplan con mirada atenta el espectáculo.

Habiéndose divertido un rato con el cuerpo de Gusev, el tiburón clava los dientes con suavidad en la tela del saco, que se desgarra en seguida de arriba abajo. Un pedazo de hierro cae sobre el lomo del tiburón, asusta a los pilotos y desciende rápido.

Mientras ocurre todo esto, en lo alto, en el cielo, allá donde se esconde el sol, se acumulan las nubes. Una de ellas parece un arco de triunfo; otra, un león; otra, unas tijeras. De detrás de las nubes parte, y llega a la mitad del cielo, un amplio rayo verde; a poco, junto a él, surge un rayo violeta, y después uno de oro, uno rosa. El cielo se torna de un color de lila muy pálido. Ante este cielo espléndido, el Océano se oscurece al principio; pero no tarda en teñirse, a su vez, de colores suaves, alegres, vivos y tan bellos, que no hay nombres para designarlos en nuestra pobre lengua humana.