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dose ante las ventanas abiertas de una casa, que parecía más nueva y rica que las otras, Olga saludó y dijo con voz aguda y lánguida:
—¡Buenos cristianos, una limosnita por el amor de Dios! ¡Vuestros difuntos alcanzarán el reino de los ciclos y el reposo eterno!
—¡Buenos cristianos—canturreó Sacha—, una limosmita por el amor de Dios..., aunque sea un centimito!