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nocía su oficio como pocos. Desgraciadamente, ha muerto...
Tras una corta pausa, Yona continua:
—Sí, amigo..., ha muerto... ¿Comprendes? Es como sí tú tuvieras un hijo y se muriera... Naturalmente, sufrirías, ¿verdad?...
El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido.
Yona, escuchado al cabo por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo.