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no se hace nada y se vive a costa de los demás. La costumbre de vivir sin trabajar tiene consecuencias fatales. No se crea usted que lo digo por coquetería. Le doy mi palabra de que no es nada interesante ni grato el ser rico. Además, el origen de la riqueza es casi siempre poco honrado: es imposible hacerse rico honradamente.

Contempló con una mirada fría y grave al mobiliario, como si quisiera inventariarlo, y añadió:

—El confort, las comodidades tienen una gran fuerza de atracción: poco a poco conquistan hasta a los que poseen una voluntad firme. En otro tiempo, vivíamos mi padre y yo muy modestamente, casi pobremente, y ahora... ¡ya ve usted qué lujo! Me da vergüenza confesarlo; pero gastamos ¡hasta veinte mil rublos anuales, aquí, en este rincón provinciano!

—El confort—respondí—es un privilegio inevitable del capital y la instrucción. Pero yo creo que el confort no es incompatible ni con el trabajo más penoso. Su padre de usted, por ejemplo, a pesar de su riqueza, se entrega a veces a trabajos de maquinista, de simple obrero... Se puede ser rico y trabajar rudamente.

Ella se sonrió y sacudió irónicamente la cabeza.

—Los trabajos rudos de mi padre no pasan de ser caprichos, diversiones... También le gusta, de vez en cuando, un plato de sopa campesina o un pedazo de pan negro...

En aquel momento sonó la campanilla de la puerta y María Victorovna se levantó.