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Hasta hoy estaba de mi padre al lado,
Al lado de mi amante.... ambos huyeron,
Como veloces ciervos de la selva:
mi dicha pasó ya: — soy desgraciada.
Los ecos respondieron: ¡desgraciada!
Desgraciada! y aun vivo? ir á la guerra
en compaña del padre y del amante,
escucharles la voz y acariciarles,
y á par de ellos morir, mas me valiera.
Y el eco respondió: mas le valiera!
Oh jénios que pobláis grutas y valles,
jénios que contestais á mis acentos,
id y al amante murmurad al oido
que esta su ausente de tristeza muere.
Los ecos repitieron: muere! muere!


Esta última palabra resonó largo tiempo. La jóven suspendió su canto y repitió en voz baja el estribillo de los ecos como si la asaltara algún presentimiento. Enjuga sus negros ojos cansados de llorar; pero vuelven á brotar las lágrimas que le caen como lluvia de perlas sobre el seno tostado, asi como gotea abundante la linfa pura de la hendida Taboca. El saibá se entristeció al oirla modular quejosas é interrumpidas notas, y como si obedeciese á un mandato secreto apagó sus trinos. Tal