frecuente de impensadas invasiones de los marinos de Montevideo enseñoreados de las aguas de los ríos. El gobierno patrio no contaba todavía con el valiente granadero que había de escarmentarles en las barrancas de San Lorenzo.
A par de estos conflictos que pueden llamarse exteriores, asaltaban á la autoridad otros mas inmediatos y no menos premiosos. El rumor sordo de las conspiraciones se apercibía á veces como resultado de las parcialidades, tanto mas enconadas, cuanto que sus banderas en lugar de colores de principios mostraban letreros de nombres propios.
Esta situación del espíritu público dió su fruto amargo el 7 de Diciembre de 1811. En aquel día "cediendo a las intrigas y á las seducciones de los enemigos de la patria" según el lenguaje oficial de entonces, una porción de soldados del regimiento número 1.° de la guarnición, desobedecieron al gobierno y consternaron al vecindario con una escena de sangre. La fuerza trajo á los rebeldes á la antigua subordinación; pero antes que la ejercitase el gobierno, agotaron sus miembros todos los medios pacíficos, y hasta tuvieron el heroísmo de presentarse ante los amotinados sin mas armadura que la persuacion.
No fué este el único ni el mayor peligro de que triunfó aquella administración. En los primeros