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APUNTES

al estrecharlo en sus brazos: «He aquí vuestro rey.» De esta suerte desvaneció el rumor que había de que pensaba desheredarlo. Lejos de enternecerse Muley-Xeque con estas demostraciones, se negó á entrar en Fez mientras el padre «no hiciese justicia de los que habían sido causa de su discordia». Ahmed, afligido, le mandó volver á su encierro de Mequinez; pero de allí á poco Muley Cidan, que pensaba suceder al padre, desconfiando de su fortaleza, y temiendo que volviera á reconciliarse con el hermano mayor, le dio de regalo un plato de higos emponzoñados, que le causaron la muerte. Así acabó, corriendo el año de 1603, aquel buen príncipe, que gracias á sus conquistas tuvo más tesoros que ninguno de sus predecesores; se cuenta que había siempre á las puertas de su alcázar millares de hombres empleados en batir moneda; todo era fiestas y placeres, todo regocijo en su reinado. Los desconocidos soberanos del África central le pagaban tributo, y él mantenía embajadas y comunicaciones con muchos reinos de Europa. Era muy amigo de las ciencias, y en especial de la astronomía. En todos conceptos, en fin, Muley-Ahmed merecía gobernar una nación más culta.