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APUNTES

derle al propio tiempo, no tuvo más remedio que ponerse á merced del agente español, el cual, después de mil singulares trabajos, lo condujo á España. Desembarcó Muley-Xeque en el pequeño puerto de Villanueva de Portiman, en los Algarbes, y allí fué el conde del Castillo D. Bernardino de Avellaneda, asistente á la sazón de Sevilla, á visitarle, y le trajo por agua á las inmediaciones de Sevilla, en las galeras de Portugal, que gobernaba D. Luis Bravo de Acuña. Vino, en efecto, Muley acompañado de Mortara, y después de asistir á un espléndido banquete cerca de Sevilla, se alojó en Carmona, donde esperó las resoluciones del Rey Católico. Ya un cierto Mr. Sansón había querido atraerle en Portugal al partido de su nación, ofreciéndole para recobrar el trono la ayuda de cien aventureros franceses[1]; pero Muley, aconsejado por Juanetin Mortara, desechó las proposiciones, que se supone que eran bajo mano de Enrique IV, y aceptó las de España, que se reducían á que pusiese á Larache en nuestro poder mediante doscientos mil ducados y seis mil arcabuces, que al cabo no hubo que pagar del todo, dejando en rehenes en el ínterin sus mujeres y tres hijos suyos. Fueron largas y muy complicadas las negociaciones antes de llegar á concertarse en la entrega de Larache, porque el xerife, cada vez que recibía noticias favorables de África, comenzaba á cejar de sus compromisos, estimulado por los alcaides que lo acompañaban, y que con loable previsión y patriotismo, ni aun en trance tan duro opi-

  1. Gil González Dávila, Vida y hechos del rey D. Felipe III. Fray Marcos de Guadalajara. Quinta parte de la Historia pontifical.