cuido, en unas almohadas en palacio, le asesinaron de orden de su hermano Muley el Valid, que aspiraba al trono.
En virtud de esta forma de sucesión tan frecuente en el bárbaro imperio, Muley el Valid se hizo luego aclamar por el pueblo, y su primer acto fué mandar arrastrar por las calles el cadáver de su hermano. Acababan de llegar por entonces los frailes españoles que había llamado Abdelmelic á Marruecos, y no les costó poco trabajo ser admitidos. Sin embargo, consiguieron que Abdelmelic los tolerase, y el influjo europeo ejercido por ellos y los renegados se dejó sentir aún por algún espacio de tiempo, logrando al fin el francés Mr. Sanson ajustar un tratado con el nuevo príncipe. No bien empuñó éste el cetro, comenzó á vejar y perseguir á sus vasallos, juzgando que se afirmaría en el trono más por el rigor que por la blandura. Desenfrenó sus iras especialmente contra los que antes de ser rey no lo atendieron como á tal, y después en todos los que no acertaban á lisonjearlo, sin que se viesen seguros de sus tiranías ni sus domésticos, ni sus mayores amigos. Luego empezó á hostigar á los pueblos, cobrando más tributos de los que sus leyes permitían, la costumbre de sus antecesores había usado y la cortedad de los naturales podía ofrecer, pareciéndole que, empobrecidos éstos, no tendrían alientos para resistirle. Estancó los géneros, y se hizo mercader de los víveres más necesarios al consumo, pregonando castigos para los que osasen venderlos ó comprarlos hasta que él hubiese alcanzado su ganancia; y al propio tiempo no vendía él sus géneros hasta que la necesidad pasaba de extrema, y entonces ponía el precio más acomodado á su codicia.