cristiana. Dejábase comunicar con cariño de algunos de los súbditos, y como era hermoso, y al rey lo aborrecían muchos por sus crueldades y vicios, no faltaba quien le mirase ya con esperanzas de que él había de aliviar de aquella servidumbre al imperio. Este cariño que inspiraba el niño no se le ocultaba al Valid, y, sacando por consecuencia su ruina, se propuso darle la muerte. Descubrió estos depravados intentos á algunos de los suyos, los que le pareció de mayor confianza; pero como todos querían bien al niño no tardó en ser delatado á la madre, que vivía aún, y dos tías, hermanas de su padre, mujeres de un corazón determinado.
No era dudoso el éxito de la contienda desde que las hermanas de Muley el Valid se declararon contra él, y en pro de su sobrino Muley-Xeque, porque era pusilánime el sultán cuanto ellas determinadas, y tan despreciado y aborrecido estaba él, como ellas queridas y honradas. Exigieron al Valid que les entregase al sobrino para tenerlo en custodia, y no osó aquél negarse á su deseo, aunque á condición de que vigilaría su conducta un viejo esclavo negro, en quien tenía él gran confianza. En esta conformidad corrió algún tiempo, sin permitir las tías que el prisionero saliese á los divertimientos propios de su edad, porque sabían bien que el rey su hermano acechaba la ocasión para matarlo. Algunas veces, ciego de cólera, entró el Valid en la prisión, determinado á ejecutar por sus manos la muerte deseada; pero como las tías espiaban sus pasos, se prevenían con tiempo para la resistencia con singular celo, teniendo escolta suficiente prevenida para cualquier lance, y con tal valor una de ellas, que no se le caían de