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Página:Apuntes para la historia de Marruecos.djvu/166

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APUNTES

del flaco comenzó á inclinarse más que la otra. Viendo entonces que el flaco tenía más peso, le dijo: «No permita Dios que yo falte á la justicia, cuando me puse á enmendar los yerros de la naturaleza; ya tú pesas más que el otro, y así es menester que, quitándote algo, os deje iguales.» Cortóle la cabeza y los brazos y los puso en la otra balanza; y quitando de una parte y añadiendo de otra, los dejó en el fiel, con que, con su peso y medida, murieron los dos miserables. Bien conozco, dice, en fin, al referir otros hechos el Padre Fr. Francisco de San Juan, que la materia de estos capítulos escandalizarán los oídos piadosos, engendrando la fuerza del horror alguna presunción de menos verídica ó de mínimamente poderosa; pero me anima á ponerla, el parecerme precisa para llenar el concepto que se debe llevar en todo lo restante; y que tantos testigos como han salido de aquel cruelísimo cautiverio, puede ser que me censuren lo poco dilatado y lo menos ponderativo.» Lo cierto es que los viajeros ingleses y los historiadores más enterados en las cosas de Marruecos refieren hechos de Muley Ismael, no desemejantes á éstos. Dícese, por ejemplo, que cuando montaba á caballo solía hacer un bárbaro alarde de destreza, que era segar al vuelo con su alfanje la cabeza del esclavo que le tenía el estribo. Y con todo eso, sus vasallos tenían á honra, por lo común, el morir ámanos de aquel bárbaro; tales eran ellos, y tanta veneración logró además que le tuviesen con su falsa, aunque singularmente escrupulosa devoción, y respeto á las prácticas alcoránicas y con aquella supuesta descendencia del profeta que había dado el trono á su familia.

Un príncipe de esta naturaleza no podía estar en paz