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APUNTES

tierro en que se hallaba, saqueó por dos veces los tesoros que su padre enviaba á la Meca, apostándose en los caminos por donde venían, y prevaliéndose del respeto que sin duda infundía en los moros guardadores su cualidad de primogénito y sucesor en el imperio. Al fin, Sidi-Mohammed, dejando las ternuras de padre, y acordándose de sus deberes de soberano, le desterró para siempre de sus Estados, y llamando á los grandes dignatarios de su corte y á los xeques y cabezas de las tribus, les señaló por su heredero á Muley Abdessalem, su cuarto hijo, que era el que más se le acercaba en virtudes. En cuanto esto supo Muley-el-Yezid, se encaminó rápidamente al Mogreb-alacsa, y tomando asilo en un santuario muy venerado que estaba puesto no lejos de Tetuán, comenzó desde allí á promover el levantamiento de los malhechores y de los más fanáticos de los moros, que eran sus únicos partidarios. A punto llegaron las cosas, que Sidi-Mohammed determinó marchar en persona contra el rebelde hijo y castigarle como sus crímenes merecían. La muerte atajó sus pasos no lejos de Salé, á 11 de Abril del año de 1789, que era el ochenta y uno de su edad, y el treinta y dos de su reinado. Era tal la fama de Muley-el-Yezid, que los ministros de su padre tuvieron por algún tiempo oculta la muerte de éste, y no la noticiaron al pueblo hasta después que estuvo enterrado en Rabat, temerosos de que aquel hijo desnaturalizado lograra apoderarse del cadáver, y cometiera en él alguna profanación horrible. Con la muerte de Sidi-Mohammed cesó el gran movimiento civilizador que comenzaba á sentirse en el imperio; poco á poco fueron desapareciendo las reformas; dejaron los europeos de hallar recompensas y estímulos que les mo-