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APUNTES

de emprender también, como los otros pueblos, su camino. No queremos discutir ahora si estas naciones musulmanas lograron ó no su propósito. Bástenos establecer que tenemos que separarnos de la corriente general de nuestra época para apuntar los sucesos que perezosamente se han sucedido durante los últimos años en aquella otra nación, al parecer petrificada.

De los hijos de Sidi-Mohammed hubo varios que alcanzaron nombre y poder en África. Era el primogénito Muley-el-Yezid, según queda dicho; llamábase otro Muley-S'lemma ó Assalem, y otro Abderrahman, y hubo uno que tuvo por nombre Muley-Hixem, y otro Muley-Abdessalem, y aún quedó uno apenas adolescente, el cual se llamó Abu-Arrébi-Suleiman. Muley-el-Yezid, de cuyas costumbres hemos hablado ya tanto, rayaba en los cuarenta años cuando heredó el imperio, y era de hermosa persona y muy hábil, aunque tan vicioso y sangriento. No bien se supo la muerte de Sidi-Mohammed, cuando respetando su primogenitura le aclamaron por sultán en Rabat y Salé y en las provincias cercanas, á pesar de la desheredación de su padre. La primera diligencia del nuevo príncipe fué llamar á Tetuán, en donde se hallaba aposentado, á los cónsules europeos, amenazándoles allí con declarar la guerra á sus soberanos si no le pagaban ciertos tributos; de esta amenaza solamente exceptuó á la Inglaterra. La potencia contra quien más especialmente descargó sus iras fué España. Juntó todas las fuerzas que pudo, y con harta menos prudencia que el padre, se vino á sitiar á Ceuta, mandando hostilizar también á las cabilas limítrofes, las demás plazas que en aquel litoral tremolan nuestra bandera. Al mismo tiempo mandó que las pocas galeotas y