OMA CAYÓ: consumióse en guerras tan largas la sangre del pueblo, y los tiranos y los hijos de los esclavos se desgarraron después en civiles contiendas: más valían que el mundo conquistado, los ciudadanos que dio Roma á cambio de él. Llegaron los emperadores, y si alguna sangre generosa quedaba allí, esa corrió en los baños calientes que Tácito describe, donde los ciudadanos frecuentemente la dejaban ir por librarse de verdugos. Los máximos pontífices, los sucesores de los cónsules, dueños de la tierra, dieron pasto vil en sus personas á la lujuria de los esclavos, sirviendo como de mujeres, y en tanto Lydias y Cyntias, menospreciadas, distraían sus horas de abandono en el circo sangriento. Pero otro es nuestro propósito: aquel espectáculo, miserablemente grande, nos llevaba á olvidarlo. Ello es que la justicia de Dios fué sobre Roma. Enjambres de bárbaros, salidos de todas las partes del mundo, se ponen á un tiempo en camino: todos marchan contra Roma, ninguno sabe por qué; pero una especie de inspiración, de poder