una isla de muy cerca de dos millas de bojeo, y aquí habían plantado los marroquíes formidables baterías, las cuales cruzaban sus fuegos con otras situadas dentro del puerto y á lo largo de la costa. No bien estuvo á tiro de cañón la escuadra francesa, los defensores de Mogador, harto más diestros que los de Tánger, rompieron el fuego contra ella; los buques avanzaron en silencio á ocupar cada uno el puesto que le estaba señalado; pero antes de conseguirlo sufrieron graves pérdidas. Particularmente el navío Jemmapes salió muy maltratado por el fuego de la batería llamada Larga, que se extiende por la costa del Oeste; fuego muy bien dirigido y que dilató un poco de tiempo la victoria de los franceses. Después de un vigoroso cañoneo, éstos lograron apagar los tiros de la plaza, y desembarcando en la isla quinientos hombres, conducidos por los vapores de la escuadra, se apoderaron de ella, ganándola palmo á palmo y á costa de mucha sangre. Rendida la isla, el puerto no opuso apenas resistencia, y dejando guarnición en aquélla, la escuadra se hizo á la vela para Cádiz. Y es notable que Mogador, lo propio que Tánger, fué saqueada por las cabilas que debían defenderla. La nueva de estos sucesos no alteró en lo más mínimo al sultán, puesto que desde los principios tenía puesta toda su confianza en el ejército de tierra, que continuaba acampado en las inmediaciones de Ugda. Durante todo el mes de Julio y los principios de Agosto, se habían empeñado diversos combates, aunque sin consecuencia, entre los marroquíes y los franceses. El plan del príncipe Sidi-Mohamed, que mandaba á los marroquíes, era atacar á los franceses por las montañas que corren á uno y otro lado de Ugda con considera-
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